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miércoles, 21 de abril de 2010

Museo del Louvre

El Museo del Louvre (en francés: Musée du Louvre) es el gran museo nacional de Francia consagrado al arte anterior al impresionismo, tanto bellas artes como arqueología y artes decorativas. Es considerado el museo más importante del mundo, por la riqueza de sus colecciones y por la influencia que ha ejercido en los restantes museos del planeta. Está ubicado en París (Francia), en el antiguo palacio real del Louvre, y actualmente promueve la apertura de dos subsedes, en Lens (Francia) y en Abu Dabi (Emiratos Árabes Unidos).

Sus extensas colecciones son el resultado de un doble esfuerzo histórico. Al coleccionismo desarrollado por la monarquía francesa a lo largo de varios siglos, se sumó el esfuerzo de los hombres de la Ilustración, la labor desamortizadora de la Revolución francesa y las campañas arqueológicas y compras impulsadas durante todo el siglo XIX. La apertura del Louvre en 1793 significó, dentro de la historia de los museos, el traspaso de las colecciones privadas de las clases dirigentes (monarquía, aristocracia e Iglesia) a galerías de propiedad pública para disfrute del conjunto de la sociedad. Por ello el Louvre constituyó el precedente de todos los grandes museos nacionales europeos y norteamericanos, y de hecho fue el modelo para muchos de ellos.

Con más de quince millones de visitantes en 2008 es, con gran diferencia, el museo de arte más visitado del mundo y el más recordado por varias de sus obras maestras, como La Gioconda de Leonardo da Vinci.

El Museo del Louvre refleja el papel protagonista de Francia como potencia económica y cultural de Europa, y recoge los mejores frutos de la actividad coleccionista y de mecenazgo promovida por sus clases dirigentes a lo largo de varios siglos. Gracias al poder de la dinastía Borbón y de Napoleón Bonaparte, a campañas arqueológicas y a posteriores adquisiciones, cuenta actualmente con diferentes colecciones de obras de arte provenientes de civilizaciones, culturas y épocas variadas. Contiene alrededor de 300.000 piezas, de las que sólo 35.000 están expuestas.

A pesar de las múltiples ampliaciones y reformas, el Louvre mantiene almacenado un gran porcentaje de sus colecciones, lo que explica la apertura de una segunda sede en Lens, cerca de la frontera con Bélgica. Esta ciudad se hallaba económicamente deprimida por una crisis industrial, y la apertura del Musée Louvre-Lens, con unas 600 obras, promete asegurarle un estimable flujo turístico. Así mismo, el Louvre ha accedido a dar su nombre a una segunda delegación, ésta en el extranjero: en Abu Dabi (Emiratos Árabes Unidos). A cambio de una suma cercana a 1.300 millones de dólares, la institución ha suscrito un acuerdo de treinta años de duración, según el cual aportará su nombre, obras de arte y asesoramiento a un museo de nueva construcción diseñado por Jean Nouvel. Este acuerdo permitirá exhibir obras que permanecían almacenadas, además de captar fondos para el mantenimiento del edificio del Louvre y para la recuperación de una parte de su Pabellón de Flora. Imita en cierta manera la fórmula de museos-sucursales instaurada por la Fundación Guggenheim, y ha sido muy cuestionado en la misma Francia.

Esfinges del dromos del Serapeum de Saqqara. Museo del Louvre.

Las colecciones del Louvre provienen de diversos orígenes:

  • La revolución francesa significó la obtención de obras de arte para el estado por diversos caminos: la supresión de las órdenes monásticas, la desafectación de las iglesias y el abandono de bienes por la nobleza huida. También, entre 1794 y 1795, llegaron obras requisadas por el ejército revolucionario en Bélgica y Holanda.
  • Las guerras napoleónicas significaron un notable incremento de las colecciones del Louvre, rebautizado como Museo Napoleón, pues los ejércitos requisaron obras en los distintos países invadidos. Muchas de estas obras tuvieron que devolverse al caer el régimen napoleónico, pero algunas muy importantes quedaron en el Louvre, como Las bodas de Caná de Veronés. En 1801 la firma del Concordato obligó a devolver a las iglesias obras religiosas.
  • Durante los siglos XIX y XX, la colección se incrementó mediante donaciones de coleccionistas privados, así como por una política de adquisiciones que se ha centrado especialmente en la escuela francesa, que estaba representada de manera incompleta de acuerdo al gusto de los sucesivos reyes. Muchas obras medievales, del rococó y del romanticismo llegaron poco antes de 1900. El fondo de pintura medieval italiana creció sustancialmente gracias a que Napoleón III compró la Colección Campana, propiedad del financiero italiano del mismo apellido. Parte de ella se halla depositada en el Petit Palais de Aviñón. Entre las donaciones, cabe destacar la del coleccionista Lacaze, que aportó la Betsabé de Rembrandt y El patizambo de José de Ribera, y en 1935 la del Baron Edmond de Rothschild (1845-1934), con más de 40.000 grabados, casi 3.000 dibujos y 500 libros ilustrados. En fecha reciente, el diseñador Yves Saint Laurent legó un importante retrato de Goya al Louvre.

De acuerdo a una ordenación cronológica de las colecciones nacionales, el Louvre muestra obras de arte anteriores a 1848. Casi todas las obras del siglo XIX avanzado, desde el realismo (Courbet) hasta el impresionismo y Toulouse-Lautrec, fueron transferidas al Museo de Orsay, y el arte moderno y contemporáneo se exhibe en el Centro Pompidou.

Pintura occidental

El Louvre alberga varias de las obras maestras del arte universal, que han alcanzado la categoría de icono y que son reconocidas instantáneamente en cualquier lugar del planeta. Aquí se encuentra la Gioconda, acaso la pintura más célebre, debida a Leonardo Da Vinci, así como la Virgen del Canciller Rolin de Jan van Eyck, La encajera de Vermeer, la serie de grandes pinturas de La Vida de María de Médicis de Rubens, La coronación de Napoleón de Jacques-Louis David y La Libertad guiando al pueblo de Delacroix.

Además de las citadas obras maestras, podemos encontrar en el Louvre muchas más obras de autores muy conocidos. El fondo de pintura francesa es colosal, con la mayor colección de obras de Poussin y que abarca un panorama desde la Edad Media hasta Ingres y Géricault. Hay que mencionar el Retrato de Luis XIV de Rigaud, Peregrinación a la isla de Citera y Gilles de Watteau, La gran odalisca de Ingres, La balsa de la Medusa de Géricault y La muerte de Sardanápalo de Delacroix.

Sobresale la pintura italiana, con abundantes ejemplos desde Cimabue, Giotto, Fra Angelico (La Coronación de la Virgen), Andrea Mantegna y Paolo Uccello (La Batalla de San Romano) hasta Caravaggio (La muerte de la Virgen), Guido Reni... El repertorio del Renacimiento es singularmente rico, con el conjunto más valioso de Leonardo da Vinci (La Gioconda, La Virgen de las Rocas, San Juan Bautista...) y varias obras de Rafael Sanzio, Tiziano, Andrea del Sarto...

El fondo de los Países Bajos no es demasiado extenso, aunque incluye ejemplos de primer orden desde Jan van Eyck, Rogier van der Weyden y Hans Memling hasta Rubens y Van Dyck. El repertorio holandés brilla con Rembrandt (El buey desollado), Frans Hals (La gitana) y Vermeer, con la famosa Encajera y El astrónomo. Entre las contadas muestras alemanas, destaca un Autorretrato de Durero, y las salas de pintura española incluyen a Zurbarán, Murillo, José de Ribera (El patizambo), Goya... Tristemente, ninguno de los cuadros que se asignaban a Velázquez son suyos.

Además de obras de arte, el Louvre tiene una amplia colección de muebles, siendo el objeto más espectacular de esta colección el Bureau du Roi del siglo XVIII, hoy devuelto al Palacio de Versalles.

Escultura

No menos relevantes son las colecciones de escultura, que abarcan desde las civilizaciones antiguas de Mesopotamia y Egipto hasta el neoclásico (Antonio Canova).

Incluyen obras legendarias como los gigantescos toros alados de Mesopotamia, el Código de Hammurabi, la Venus de Milo, la Victoria de Samotracia o El escriba sentado, de la V dinastía de Egipto. El Louvre cuenta también con un fragmento de friso del Partenón de Atenas. La presencia de estas esculturas fuera de sus lugares de origen, en muchos casos obtenidas por expolio o compras dudosas, ha provocado tensiones entre los franceses y los países afectados, Italia, Grecia y Egipto entre otros. Con todo, hay que reconocer que el hallazgo y envío de tales obras al Louvre garantizó su conservación y difusión masiva.

La escultura de la Edad Media tiene por principal joya la Tumba de Philippe Pot, con el sarcófago sostenido por inquietantes figuras de vestiduras negras. Junto con un relieve de Donatello, destacan el Esclavo moribundo y el Esclavo rebelde de Miguel Ángel y La ninfa de Fontainebleau, que le fue encargada a Benvenuto Cellini por Francisco I.

Antigüedades orientales

El departamento de antigüedades orientales conserva objetos de la región situada entre la actual India y el Mar Mediterráneo. Desde el Neolítico, numerosas civilizaciones se han sucedido en esta zona, donde se observa la aparición de una administración política, militar y religiosa. Es igualmente la cuna de la escritura, que hizo aparición alrededor del 3300 a. C. en Uruk, Mesopotamia. El museo del Louvre dispone de tres colecciones relevantes en este departamento, organizadas según los conjuntos geográficos y culturales:

Arte islámico

Este departamento, creado en otoño de 2003, reagrupa las colecciones provenientes del área situada entre España y la India y datan del origen de la civilización islámica (622) hasta el siglo XIX.

Aquí se encuentran muchas joyas del arte islámico: como el Píxide de Al-Mughira, una caja de marfil del año 968 elaborada en el califato de Córdoba; Le Plat au Paon, una importante cerámica otomana, y sobre todo el Baptisterio de San Luis, una de las más célebres y enigmáticas piezas de este arte, creada por Muhammad ibn al-Zayn a comienzos del siglo XIV. También es destacable el material de las excavaciones en Susa (Irán), en las que el museo participó.

El museo pronto tuvo que doblar el espacio dedicado al arte islámico para mostrar al menos 3.005 obras.

El edificio que alberga el museo desde su fundación es el viejo castillo del Louvre, luego reconvertido en palacio real. Su origen se remonta al siglo XII, y fue embellecido con ampliaciones renacentistas y otras más tardías. En este edificio acumuló el rey Carlos V sus colecciones artísticas. Los posteriores monarcas Francisco I y Enrique II planearon reformas para hacer de él una verdadera residencia real renacentista.

Fue la reina Catalina de Médicis la que esbozó el proyecto que hizo del Louvre el gran palacio que es actualmente, labores que continuó Enrique IV después de las guerras de religión. En sus mejoras arquitectónicas y decorativas han intervenido múltiples artistas a lo largo de varios siglos, desde Claude Perrault y los pintores Simon Vouet y Charles Le Brun en el XVII hasta Delacroix y Georges Braque, quienes pintaron algunos de sus techos.

Restos de la fortaleza original sobre la que se construyó el palacio.

La construcción del Palacio de Versalles, agilizada bajo el reinado de Luis XIV, hizo que el Louvre quedara desocupado por la familia real a finales del siglo XVII, y por ello se instalaron en él, ya en el siglo XVIII, la Academia Francesa y después las restantes academias. Allí se celebraron exposiciones anuales de la Real Academia de Pintura y Escultura.

Tras la Revolución francesa que implicó la abolición de la monarquía, el Palacio del Louvre fue destinado (por decreto de mayo de 1791) a funciones artísticas y científicas, concentrándose en él al año siguiente las colecciones de la corona. Parte del Louvre se abrió por primera vez al público como museo el 8 de noviembre de 1793. Ésta era una solución lógica, habida cuenta de que estaba ocupado por las academias y porque, ya en 1778, se había elaborado el proyecto de utilizar su Gran Galería como pinacoteca. Lo novedoso de la medida fue que se nacionalizaban bienes de propiedad real, y que el acceso era libre pues no se limitaba al público culto ni se regulaba mediante visitas concertadas, como sí ocurría en los Uffizi y en el Museo del Prado durante sus primeros años.

El edificio del Louvre estuvo unido al palacio de las Tullerías (la traducción correcta es Palacio de las Tejerías) formando un solo conjunto hasta 1870, cuando este último fue destruido en los hechos de la Comuna de París. Los tesoros artísticos de las Tullerías se perdieron en el incendio del palacio, cuyas ruinas fueron demolidas; desde entonces, el Louvre domina el gran parque abierto en dicho solar.

El enorme museo, cuyas salas y pasillos marcan un recorrido de varios kilómetros, fue sometido a una ambiciosa modernización en la década de 1980, cuyo elemento más visible fue la pirámide de cristal. Fue diseñada por el arquitecto Ieoh Ming Pei e inaugurada en 1989 para centralizar el acceso de los visitantes, que descienden por ella a un recibidor subterráneo por el que se accede a las diversas alas del museo.

A pesar de tal modernización, varios sectores del Louvre seguían ocupados por organismos públicos, y sólo en fecha reciente se han desalojado y adaptado como salas de exposición. En marzo de 2004 se anunció la apertura de una nueva ala dedicada al arte del Islam. Para su diseño se convocó un concurso internacional en 2005. Se inauguró en el 2008, con una inversión de 50 millones de euros.

El patio del Museo del Louvre por la noche, con la Pirámide mostrada en el centro.


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