lunes, 31 de mayo de 2010
jueves, 20 de mayo de 2010
Merengue (género musical)
El merengue es un estilo musical y de baile originado en el Caribe, específicamente en la República Dominicana a fines del siglo XIX.
En sus orígenes, el merengue era interpretado con guitarras. Años más tarde, las guitarras fueron sustituidas por el acordeón conformándose, junto con la güira y la tambora, la estructura instrumental del conjunto de merengue típico. Este conjunto, con sus tres instrumentos, representa la síntesis de las tres culturas que conformaron la idiosincrasia de la cultura dominicana. La influencia europea viene a estar representada por el Acordeón, la africana por la Tambora (tambor de dos parches), y la taína o aborigen por la Güira.
Aunque en algunas zonas de la República Dominicana, en especial en el Cibao y en la Línea Noroeste, hay todavía conjuntos típicos con características similares aquellos pioneros, este ritmo fue evolucionando durante todo el siglo veinte. Primero, con la introducción de nuevos instrumentos como el Saxofón y más tarde con la aparición de orquestas con complejas con secciones instrumentales de vientos. Este ritmo ha tenido actores notables como Luis Alberti, Johnny Ventura, Félix del Rosario, Wilfrido Vargas, Juan Luis Guerra, Eddy Herrera, entre otros.
El origen de la palabra merengue se remonta a la época de la colonia y proviene del vocablo muserengue o tamtan mouringue, nombre que se daba a los bailes entre algunas de las culturas africanas que, traídas desde las costas de Guinea, llegaron a la costa atlántica colombiana y venezolana.
miércoles, 19 de mayo de 2010
jueves, 13 de mayo de 2010
Por fin vuelve la Orquesta Cañaveral
La famosa orquesta cañaveral, vuelve a actuar después de su disolución hace ya siete años, contando con la totalidad de sus músicos y cantantes de entonces. Actuarán en dos únicas actuaciones durante las fiestas lustrales 2010. Las fechas que se barajan son 14 de Julio y 31 de Julio. Será muy grato para sus fans y simpatisantes volver ha escuchar a esta gran orquesta, la cual causo gran espectación durante los diez años de su andadura musical, siendo la orquesta del momento desde 1991 hasta el 2002. Recordar esos bailes de masas, será maravilloso ya que desde su disolución los bailes o verbenas populares no han sido lo mismo. Ojalá este nuevo reencuentro les sirva para continuar.
Su web:
http://www.lapalma.com/GUIA/english/REVISTAS/MUSICA/ORQUESTACA/index.html
Sus ensayos previos a la vajada de la virgen
En su estreno
miércoles, 12 de mayo de 2010
Biografias Importantes: Vlad Draculea III de Valaquia
Vlad Draculea III de Valaquia, Vlad el Empalador o Vlad Tepes mejor conocido como Conde Dracula es nuestra Biografia importante de hoy. Conocido Gobernante fue famoso por aplicar el peor castigo a los prisioneros de guerra el cual consistia en “empalarlos” lo cual es, en terminos comunes, meter un palo por el ano, subirlo y dejar que por su propio peso se entierre solo y salga la punta ya sea por la boca, nuca o la espalda. Muchos dicen que era el mas sanguinario goernante que habia existido en toda europa del siglo XV y otros dicen que fue el mejor defensor de la soberania y de la religion catolica. Excelente guerrero y maestro en las tacticas de guerra, fue el personaje que inspiro leyendas de baños de sangre, de crueles castigos y sobre todo de la misteriosa figura de el Conde Dracula, el vampiro inmortal.
Vlad III de Valaquia (Sighişoara, 8 de noviembre de 1431 – Bucarest, 14 de diciembre de 1476) fue un Príncipe de Valaquia (hoy el sur de Rumania) y la figura histórica en la que el escritor irlandés Bram Stoker se inspiró para crear al inmortal personaje del Conde Drácula.
Introducción
Nació en la ciudad-burgo rumana de Sighişoara (Transilvania), el 8 de noviembre de 1431 y murió en batalla el 14 de diciembre de 1476 en las cercanías de Bucarest. También es conocido como Vlad Ţepeş (pronunciación: tse’pesh) o Vlad el Empalador.
Gobernante de carácter volcánico e impredecible, fue el más duro de todos los gobernantes de Europa Oriental en el Siglo XV. Para algunos fue un heroico defensor de los intereses e independencia de su país y del cristianismo, mientras que para otros era una persona cruel que torturaba y mataba para divertirse, por puro placer
De Vlad III de Valaquia, se cuentan numerosas historias y leyendas. Fue rehén de los invasores otomanos hasta los diecisiete años de edad, cuando logró tomar el trono de Valaquia, del cual fue depuesto poco tiempo después. Sin embargo, en 1456, tras la Batalla de Belgrado, Vlad ascendió de nuevo al trono, tras matar a su contrincante Vladislav II, y ya no lo abandonó hasta 1462. Después vivió en el exilio hasta 1474, momento en que se lanzó de nuevo a la batalla para recuperar el cargo, lo que conseguiría en 1476. Sin embargo, en diciembre de este año caería luchando contra los turcos, rodeado de su leal Guardia Moldava.
La leyenda negra
Vlad se hizo famoso por tres cosas: su increíble arrojo y valentía (murió luchando con un ejército de tan solo 300 hombres contra un ejército de 120.000 turcos, algo que había hecho antes varias veces con éxito), su implacable sentido de la justicia y su extraordinaria crueldad, capaz de llamar la atención incluso en aquellos tiempos sangrientos. Como su apodo Tepes indica, su argumento contundente favorito era el empalamiento, una técnica de tortura y ejecución que consiste en introducir un palo de aproximadamente 3.50 m. de largo sin punta (ya que esto aseguraba un mayor sufrimiento en la víctima), por el ano o la vagina hasta la boca o el hombro, fijarlo a la carne con un clavo y después levantarlo para que la víctima muera allí lentamente, entre dolores atroces. Al menos cien mil personas, murieron de esta manera a manos de los hombres del Empalador durante los siete años que duraron sus sucesivos reinados: enemigos, traidores, delincuentes de todo tipo y las familias de todos ellos, incluyendo a los bebés, y a elementos de su propia milicia que “merecían” ser castigados.
Un delegado papal en la corte húngara lo describió así: “No era muy alto, pero sí corpulento y musculoso. Su apariencia era fría e inspiraba cierto espanto. Tenía la nariz aguileña, fosas nasales dilatadas, un rostro rojizo y delgado y unas pestañas muy largas que daban sombra a unos grandes ojos grises y bien abiertos; las cejas negras y tupidas le daban aspecto amenazador. Llevaba bigote, y sus pómulos sobresalientes hacían que su rostro pareciera aún más enérgico. Una cerviz de toro le ceñía la cabeza, de la que colgaba sobre unas anchas espaldas una ensortijada melena negra.” (Nikolaus Modrussa).
Vlad hizo y deshizo alianzas tanto con turcos como con húngaros siempre por los intereses de su patria, Valaquia. Durante todo su reinado se caracterizó como un auténtico patriota y siempre defendió los intereses de su pueblo ya que tanto húngaros como turcos miraban a sus territorios como región a conquistar. Casi siempre contó con un ejército reducido y muchas veces utilizó las tácticas de la guerrilla (utilizaba la táctica de tierra quemada, infectaba los pozos de agua, mandaba enfermos de tuberculosis a los campamentos turcos) para luchar contra sus enemigos.
Sus hechos fueron inmortalizados por el juglar alemán Michel Beheim, en su obra poética Von ainem wutrich der hies Trakle waida von der Walachei en 1463.
Biografía
Fue uno de los tres hijos de Vlad Dracul (que significa Dragón o Demonio, de donde viene el término Drácula o Drăculea: hijo de Dracul), quien fue incluido en la Orden del Dragón de manos de Segismundo de Luxemburgo, también rey de Alemania, Bohemia y Hungría, en 1428. Dado que en la mitología rumana no existían los dragones, por analogía fonética de “Drac” (dragón en Húngaro) pasó a ser conocido como “Dracul”, que en Rumano significa “el Demonio”.
Vlad era príncipe de Velaquia (antiguo principado danubiano, que formo con Moldavia el reino de Rumania). Hoy en día, constituye dos regiones geográficas bien definidas: la Mutenia, situada al este del río Olt, y la Oltenia, al oeste.
Su traumática infancia, fue muy determinante a la hora de formar su futuro como príncipe. A los 13 años, en 1444, fue entregado a los turcos como rehén junto con su hermano Radu, por su padre como muestra de sumisión al Sultán y como garantía. Fue criado por el mismo Murat II (padre de Mehmet II, el cual lo tuvo como a un hermano) en ciudades como Adrianópolis, Egniojsor, Ened y Ninfamén, siendo el propósito evitar una nueva traición por parte del padre de Vlad.
Cuando volvió del exilio, su padre Vlad Dracul había muerto apaleado, por Iancu de Hunedoara en 1447, y a su hermano Mircea le quemaron los ojos con un hierro al rojo vivo antes de enterrarlo aún con vida. Ambos hechos fueron ordenados por los Boyardos (una aristocracia local), a los cuales Vlad tuvo desde entonces odio eterno.
Los turcos lo apoyaron hasta convertirlo en rey de Valaquia (antes incluso llegó a ser príncipe de Transilvania, pero sólo durante unos meses), en Septiembre de 1448, pero los húngaros lo expulsaron por ordenes de Juan Hunyadi, comandante en jefe de los nobles de Hungría, antiguo aliado de su padre.
Durante ocho años Vlad estuvo viajando por los lugares limítrofes de Valaquia buscando apoyo. Se sabe que en este tiempo contactó con su primo Esteban el Grande de Moldavia, quien le ayudaría en el futuro contra los turcos cuando éste se convirtió en voivoda de su país. Además aprendió varias tácticas político-militares.
Estuvo en la corte de Juan Hunyadi, el cual, impresionado por su conocimiento de los turcos y su odio del sultán turco Mehmed II le perdonó y le tomó como consejero. Eventualmente se convertiría en el candidato húngaro al trono de Valaquia.
Principado (1456-1462)
Cuando Vlad conoció que los turcos habían sido rechazados por los húngaros se lanzó al ataque del poder que ostentaba Vladislav II, apoyado por los húngaros y la población de origen alemán y protegido de los turcos. Junto con un contingente de Transilvania derrotó al voivoda e hizo que lo ejecutaran en la plaza pública de Tirgusor (cerca de Tirgovisthe, la antigua capital de Velaquia, justo donde había muerto su hermano. Una vez convertido en príncipe, en 1456, los reinos cristianos lo reconocieron como tal.
La primera parte del reino de Vlad estuvo dominada por la idea de eliminar amenazas a su poder, especialmente de grupos de nobles, especialmente los boyardos. Esto se consiguió por eliminación física, pero también reduciendo el rol económico de la nobleza: Las posiciones más importantes en el Concilio de Principes, que iban normalmente a los más poderosos boyardos, fueron dados a individuos desconocidos, algunos de origen extranjero, pero leales a Vlad.
Para posicionesmenos importantes Vlad también ignoró a los boyardos, prefiriendo nombrar caballeros y nombrar a campesinos libres. Una de las bases del poder de la nobleza de Valaquia eran sus conexiones a las ciudades autónomas de Transilvania pobladas por gente de origen sajón. Vlad actuó contra ellas eliminando sus privilegios en relación con Valaquia y organizando ataques contra ellos.
Fue despiadado y en las ciudades donde no lo aceptaban se realizaban ejecuciones por empalamiento de hombres, mujeres y niños, como en los casos de la ciudad transilvana de Kronstadt (Brasov) y Hermannstadt (Sibiu), ambas ciudades habitadas por colonos alemanes que no querían comerciar con él o que no querían pagarle tributo. En 1459 hizo que 30.00 colonos alemanes (sajones) y oficiales fueran empaladas
Con ello iniciaría su carrera de brutales masacres, entre las que se le atribuyen el exterminio de cien mil personas entre 1456 y 1462, hechos detallados en documentos y grabados de la época, que pusieron de manifiesto su gusto por la sangre y el empalamiento, por lo que se le comenzó a llamar Ţepeş que significa en rumano: empalador (véase Empalamiento).
Venganza contra los nobles boyardos
Una de sus acciones de empalamiento masivo fue en su venganza contra los boyardos, asesinos de su padre y de su hermano mayor. Vlad llevó a cabo esta venganza en la Pascua de 1459, invitando a los boyardos a una gran cena de Pascua pidiéndoles a estos que se pusieran sus mejores galas. Cuando terminaron de cenar, Vlad mandó empalar a los más viejos, mientras que a los jóvenes les obligó a ir hasta Târgoviste, hasta un castillo en ruinas que había en un monte cercano al río Arges. Los boyardos fueron a pie, y muchos perecieron en el camino, pero los que llegaron aún con vida, fueron obligados a construir el castillo de Drácula, y así, sus preciosas ropas de gala, quedaron convertidas en harapos, mientras, obligados a construir el castillo, iban muriendo de cansancio y agotamiento a través de los meses ante el deleite del Empalador.
A Vlad le gustaba organizar empalamientos multitudinarios con formas geométricas. La más común era una serie de anillos concéntricos de empalados alrededor de las ciudades a las que iba a atacar, pour encourager l’esprit. La altitud de la estaca indicaba el rango que la víctima había tenido en vida. Con frecuencia, Vlad los dejaba pudriéndose durante meses. Un ejército turco que pretendía invadir Rumania se volvió atrás, aterrado, cuando encontró a varios miles de empalados descomponiéndose en lo alto de sus estacas, a ambas orillas del Danubio.
Los bosques de empalados contra sus enemigos
Luchó y descargó toda su brutalidad tanto contra cristianos como contra musulmanes. Dependiendo lo que le convenía en cada momento, luchaba contra aquel que le hiciera pagar tributos.
Tanto musulmanes como cristianos lo tenían por maldito, quedándose él en una posición media, obligando a musulmanes de su país a luchar contra los musulmanes turcos, y a los católicos a matar ortodoxos.
El Día de San Bartolomé de 1459, Vlad hizo empalar a la mayoría de los sajones de Brasov, una ciudad transilvana que se había rebelado contra él ya que habían apoyado al pretendiente Dan II, junto con desleales húngaros y rumanos, y a continuación organizó un festín en el centro de este nuevo Bosque de Empalados aún aullantes, frente a la tarima donde un verdugo descuartizaba lentamente a los cabecillas de la sublevación y sus familias. La peculiar celebración duró hasta muy entrada la noche, cuando, para iluminarse, Vlad y su ejército prendieron fuego a la ciudad ante los ojos de sus 30.000 agonizantes ciudadanos. Incluso a los que no mandó empalar los amontonó e hizo que sus soldados los mataran a sangre fría con espadas, picas y cuchillos. Poco después atacó a la ciudad de Tara Birsei, en donde también hubo varios empalamientos.
Al año siguiente arrasó las ciudades de Amlas y Fagaras por rebelión resultando la gran mayoría de sus habitantes empalados, quemados o muertos en combate. Estas ciudades tardaron varias generaciones en recuperar su población, quedando desiertas algunas poblaciones durante un siglo. Vlad al firmar la paz con Transilvania exigió que este principado no acogiera a ningún enemigo y que le pagara un tributo 15.000 florines.
Conflictos externos
Una vez hubo resuelto los conflictos internos, Vlad se alió con los húngaros, especialmente con el rey de Hungría Matthias Corvino(hijo de Iancu de Hunedoara). En 1459 dejó de pagarles tirbutos, y en 1460 se alió con Corvinuss y lanzó una serie de campañas contra los turcos. Aunque las campañas resultaron exitosas al principio, no le proporcionaron victorias duraderas debido tanto al escaso apoyo del rey húngaro Matías Corvino, como a los limitados recursos de Valaquia.
En 1461 Draculea libró una de sus más famosas batallas. El Sultán turco Mehmed II, conquistador de Constantinopla, le tendió una trampa. Envió a su encuentro al al colaboracionista griego Catavolinos, en calidad de embajador, para citarle en Giurgiu, puerto danuviano cerca de Bucarest, con el fin de “solucionar un pequeño problema fronterizo”. En el lugar de la cita esperaba un destacamento al mando del general Hamza Beg. Vlad Tepes fingió caer en la trampa y se presentó con parte de los tributos pendientes e incluso algunos presenten para el sultán pero, a su vez, llevó consigo a un nutrido ejército de caballería que derrotó a los turcos con relativa facilidad. Después de esta batalla Catavolinos y Hamza Beg fueron conducidos junto al resto de los prisioneros hasta Tirgovisthe, donde murieron empalados, aunque otras fuentes aseguran que Hamza Beg fue abandonado con vida en la frontera tras serle cortados los pies y las manos.
Este mismo año, Mehmed II, un hombre al que no se le conocía precisamente por su repugnancia ante la efusión de sangre, retrocedió cuando pretendía invadir Tirgovisthe y volvió a Estambul enfermo de violentos vómitos ante la visión del Bosque de los Empalados. Este peculiar “Bosque” era un valle donde se habían talado todos los árboles para obtener estacas. Estacas suficientes para empalar a más de 23.000 prisioneros turcos, húngaros, rumanos, búlgaros y colonos alemanes y sus familias empalados allí mismo, repartidos por todo el valle, en lo alto de los palos.[4]
Animado por estos éxitos, Vlad III cruzó el Danubio, penetrando en territorio otomano, incendiando, saqueandeo y derrotando a las tropas turcas. El 11 de enero de 1462 Draculea envió una misiva a Matías Corvino, informándole del recuento de las cabezas de 24.000 enemigos, a los que había que sumar los muertos en los incendios de sus casas, cuyos cadáveres no fueron recuperados. Además de la carta también envió al rey húngaro dos grandes sacos con orejas, narices y cabezas de sus víctimas. Fue tal el terror desatado entre los turcos por estas incursiones que buena parte de la población musulmana de Estambul abandonó la ciudad por miedo a que fuera conquistada por Vlad con el apoyo de los numerosos habitantes que aún echaban de menos el esplendor bizantino.
Enfurecido por el avance de los valacos, Mehmet II atacó ese año con un ejército de 150.000 hombres (según una carta que él mismo escribió a un gran visir) y una flota que ascendió por el Danubio. Estas tropas incluían a 4.000 soldados de caballería comandados por Radu el Hermoso, hermano de Vlad III. No hay acuerdo respecto a la cantidad de hombres de los que dispuso Draculea, pero diversas fuentes barajan cifras entre los 22.000 y los 30.900. Lo que sí es seguro es que Vlad III no pudo evitar que los turcos ocuparan la capital, Tarrgovişte (4 de Junio, 1462), por lo que se sirvió de estrategias como la guerra de guerrillas y la “tierra quemada” para enfrentarse a los turcos durante la primavera y el verano de 1462, además de diversos ataques. El más importante tuvo lugar en Juni 16-17, cuando Vlad y algunos de sus hombres disfrazados con ropas turcas se introdujeron en el campamento turco e intentaron asesinar a Mehmed. Además, para desmoralizar a los invasores, ordenó evacuar todas las ciudades de Valaquia y sacar de ellas cualquier objeto de valor. Éstos se retiraron tras fracasar en el asedio a la fortaleza de Kilia (al sur de Moldavia, con sus tropas diezmadas por la peste y dejaron a Radu el hermoso para que continuara la lucha.
Esta sería la última gran batalla de Draculea. Pese a las victorias, a Vlad se le opinia la nobleza, que apoyó a su hermano Radu. Mehmet II, una vez en Estambul logró, usando una serie de intrigas que incluyeron la falsificación de documentos, que Matías Corvino encarcelase a Vlad III en agosto de 1462.
El ejército turco, dirigido por su medio-hermano Radu, rodeó la fortaleza de Poenari, donde se había refugiado el príncipe valaco. Un arquero lanzó una flecha a través de la ventana, avisando que el ejército turco se acercaba. McNally y Florescu explican que el arquero era un antiguo sirviente de Vlad, que lanzó el aviso por lealtad, pese a haberse convertido al Islam para escapar de la esclavitud por los Turcos. Su mujer, la princesa Cnaejna, al leer el mensaje se arrojó a un afluente del ríoArgeş para evitar ser apresada. De acuerdo con la leyenda, dijo que “prefería que su cuerpo se pudriera y ser comida por los peces del Argeş antes que ser apresada por los turcos”. Hoy el afluente es llamado Râul Doamnei (el río de la dama). El mismo Vlad fue recluído en la torre real cerca de Buda, tomando posesión del trono su hermano Radu, quien actuó como un títere de los turcos.
Último ascenso al poder de Valaquia
No se sabe por qué, Draculea fue liberado en torno a 1474, pero no hay duda de que participó en la batalla de Vaslui (en la región de Jashi, Moldavia), junto al príncipe Esteban Bathory de Transilvania. Juntos invadieron Valaquia con un ejército formado por transilvanos, boyardos valacos y un pequeño número de moldavos enviados por el primo de Vlad Draculea, el príncipe Esteban el Grande de Moldavia. Tras esta batalla Draculea recuperó el trono, pero Esteban Bathory volvió a Transilvania, dejándole en una posición muy débil frente a sus enemigos.
Su última acción fue tres días después, cuando Vlad se lanzó a atacar a los turcos. Estos habían preparado otro gran ejército para conquistar Valaquia y poner en el poder a Basarab Laiota. Los turcos estaban apoyados por los nobles boyardos, quienes les dejaron vía libre para penetrar en Valaquia. Y fue Basarab quien se lanzó contra Vlad Dracula en una emboscada en la que murió éste y la mayoría de su guardia personal de moldavos, de los que sólo quedaron diez soldados. Tras su muerte su cara y su cabellera fueron separadas del cráneo y llevadas como trofeo a Estambul.
Tradicionalmente se ha considerado el monasterio la isla de Snagov como el lugar de enterramiento de Drácula y ciertamente se encuentra allí, junto al altar, una tumba con su nombre, aunque en su interior sólo se han hallado restos de animales. La posible explicación parece ser, como desvela el documental “Los padres de Drácula” (Bloodlines: Dracula’s family tree”), que los monjes griegos, que se hicieron tiempo después con el monasterio, no quisieron que un personaje tan despiadado estuviera enterrado en el lugar más sagrado del monasterio, así que sacaron sus restos y los enterraron en otra tumba junto a la entrada. Recientemente esa tumba se derrumbó por efecto de una riada y los restos de Drácula se perdieron en el lago. Una excavación se realizó en 1931 encontró un sepulcro vacío
Vlad III Draculea tuvo dos hijos con la princesa Cnaejna: Vlad IV Tepelus, muerto en 1500 y Minhea III “el Malo” (1462-1510), príncipe de Valaquia de 1508 a 1510.
Torturas y condenas
Aunque el empalamiento era, evidentemente, la diversión favorita de Vlad, también gozaba con la aplicación de otros métodos a quienes de un modo u otro le habían hecho enfurecer, normalmente en la intimidad de sus castillos. Entre los métodos de tortura favoritos del Príncipe de Valaquia se contaban también la amputación de miembros, narices y orejas; la extracción de ojos con ganchos; el estrangulamiento, la hoguera, la castración, el desollamiento, la exposición a los elementos o a fieras salvajes, el vaciado de ojos, la parrilla y la lenta destrucción de pechos y genitales, especialmente de las mujeres.
Eliminación de pobres y gitanos
Otra de sus actuaciones en su reinado fue cuando la población se quejaba de los continuos robos que sufrían por parte de ladrones y asaltadores en sus territorios, además de los pobres, que según Vlad no aportaban nada al país. Para erradicar esto propuso un gran festín en una gran casa de las afueras de las ciudades para pobres, ladrones, tullidos, leprosos, enfermos, pordioseros, en donde las grandes viandas y el vino estaban por doquier. Cuando ya todos estaban bien servidos de comida y borrachos de vino, Vlad y su guardia se plantaron en la casa y preguntó a todos los allí reunidos si querían una vida sin privaciones ni preocupaciones y que todos los días se dieran festines como aquel, a lo que los mendigos y demás personas respondieron que sí y que había sido el mejor día de sus vidas. Vlad les sonrió y mandó a sus soldados que cerraran todas las puertas de la casa y prendieran fuego sobre ella. Nadie quedó con vida. Eliminó la pobreza acabando con los pobres. Estas atrocidades se fueron repitiendo con todos los mendigos en cada comarca de su principado. Llegaron a morir 3.600.
El siguiente grupo para él improductivo con el que quiso acabar, fue el de los gitanos. Vlad reunió a los trescientos de una comarca, mandó que asaran a los tres líderes para que los demás los comieran o a cambio se alistaran al frente turco, sino todos serían asados. Los gitanos optaron por lo segundo.
Mensajeros turcos
A unos mensajeros turcos les preguntó que por qué eran tan irrespetuosos y no se sacaban el turbante en muestra de respeto ante su presencia. Los mensajeros respondieron que no acostumbraban a hacerlo. Vlad decidió reforzar sus costumbres y los devolvió a Estambul con los turbantes clavados a los cráneos, para que nunca se los sacasen.
El comerciante
Un buen día, un comerciante florentino se presentó en su castillo para denunciar que le habían robado una bolsa de monedas de oro. El príncipe le dijo que volviera al día siguiente. Cuando el mercader retornó al día siguiente, los ladrones y todos los miembros de sus familias estaban empalados en el patio de castillo. Frente a ellos, Vlad devolvió la bolsa robada.
Entonces el Empalador le pidió al comerciante que contara las monedas de la bolsa, para comprobar si faltaba alguna. El aterrorizado extranjero las contó cuidadosamente, y probablemente demasiado asustado para mentir, musitó finalmente: -Sobra una.
Vlad le contestó: -Tu honradez te ha salvado. Si hubieras intentado quedártela, habrías acabado en la estaca más alta, junto con éstos..
Las caravanas de comerciantes
Ocurrió que unas caravanas de comerciantes alemanes en su ruta desde Serbia hasta Hungría no llegaron a pararse en Valaquia y comerciar con Vlad. Éste, al enterarse de la falta de respeto hacia él y su pueblo, mandó capturar las caravanas y asesinar a los 600 comerciantes que las componían exceptuando a dos, a uno de ellos le sacó los ojos y a otro le cortó la lengua y les hizo volver con las cabezas de los comerciantes a Serbia.
La amante
Vlad tuvo muchas amantes a lo largo de su vida, probablemente debido al hecho de que le duraban muy poco. Un día que Vlad estaba de mal humor una de sus amantes le dijo para complacerle que estaba embarazada de él. Vlad le envió una matrona para que la examinase y cuando ésta le dijo que no había tal embarazo le rajó literalmente el vientre a su amante gritando que quería ver el fruto de sus entrañas.
Castigó duramente el adulterio y no dudó en empalar a todas aquellas mujeres que fueran acusadas de ello.
El monje empalado
Un día cuando Vlad paseaba con un monje junto a un bosque de empalados, éste le dijo que el hedor era insoportable, pero se lo dijo en tono de sorna. Vlad lo miró con ojos incendiarios y ordenó que lo empalaran en el palo más alto que hubiera. Cuando el monje ya estaba empalado el príncipe le preguntó si allí arriba olía mejor.
La mujer holgazana
Vlad se encontró con un hombre trabajando en el campo que parecía falto de mujer por el aspecto de sus ropas. Al preguntarle si no estaba casado éste le dijo que sí. Vlad hizo traer a la mujer y le preguntó qué hacía en sus días, y ésta le dijo que lavar, hacer el pan y coser. Señalando a las ropas de su marido, Vlad no le creyó y decidió empalarla a pesar de que el marido afirmaba estar satisfecho con ella. Luego obligó a otra mujer a casarse con este hombre no sin antes amenazarla con el mismo destino si no cuidaba bien del campesino.
El voivoda Dan
Otra de sus acciones fue la muerte al voivoda usurpador Dan, a causa de que éste quiso derrocar a Vlad del poder de Valaquia, no sin que antes Dan cavara su propia tumba y asistiera a sus propios funerales. Ocurrió en 1460.
Los monjes mendigos
Cuando Vlad fue de visita a un pueblo de Valaquia, vio como dos monjes le pedían limosna. El príncipe les preguntó que porqué pedían limosna si podían vivir sin penurias colaborando en cualquier iglesia y éstos le respondieron que mendigando podrían saber si iban a entrar o no en el reino de los cielos, a lo que Vlad sin más miramientos, les mandó empalar y les dijo que así sus dudas quedarían resueltas de inmediato.
La copa de oro
También puso en una fuente de la plaza de la capital de Valaquia, Tirgoviste, una copa de oro para que todo el mundo bebiera en ella, pero aquel que la robara se sometería a la justicia del príncipe. Durante los años de su reinado nadie osó robar la copa de oro. Incluso tras su muerte la copa siguió durante un largo período en la fuente debido al temor que había infundido Vlad en los habitantes.
Torturas a animales
Incluso cuando estaba prisionero o en el exilio, se dedicaba a torturar y mutilar pájaros y otros animales pequeños, como ratones, y ardillas, y llegaba también a empalar maxis montañeses silvestres.
La crueldad del siglo XV
Justicia y sadismo, sangre y tortura, bosques de empalados y valentía sobrehumana. Los historiadores que defienden a Vlad III el Empalador como un héroe nacional destacan que, en aquel tiempo y lugar, el ejercicio del terror total era la única manera de mantener a raya a las fuerzas abrumadoramente superiores que, desde un lado y otro, se disputaban las puertas de Europa y de Asia. Desde esta perspectiva, Vlad Tepes habría sido simplemente un hombre de su tiempo, con la moral de su tiempo e incluso dotado de un sentido de la justicia y el patriotismo poco usual para una época tan convulsa, quien hizo estrictamente lo necesario para acobardar a los masivos ejércitos extranjeros y a los desestabilizadores del interior.
Leyenda de vampiro
En la literatura y el cine fue el modelo del género de terror y del vampirismo, ya que se dice que bebía la sangre de sus víctimas en copas mientras comía delante de los empalados. Su sádica personalidad la tomó Bram Stoker como modelo para su obra Drácula, escrita en 1897. Para 1976, el gobierno comunista de Nicolae Ceauşescu lo declaró Héroe de la nación al cumplirse el V Centenario de su muerte. Se han realizado infinidad de películas sobre el personaje pero siempre desde la perspectiva del vampiro y no de su biografía real durante todo el siglo XX.
domingo, 2 de mayo de 2010
Arte Canario
El arte canario no siempre fue realizado por canarios. Desde la Conquista hasta el siglo XVII (tanto la civil como la religiosa) se nutrió de talleres foráneos, ya fuesen de la Baja Andalucía, de Flandes, de Génova, incluso de Méjico. Así pues, puede decirse que hasta finales del siglo XVII no había una producción artística canaria capaz de responder a la demanda de imágenes, pinturas, ornamentos religiosos, orfebrería, etc. El primer cliente era la iglesia, siendo de destacar el mecenazgo del Cabildo Catedral de Las Palmas y de las grandes Órdenes Religiosas (franciscanos, dominicos, agustinos, etc.). La aristocracia también desempeñó un papel importante, pero menor que el de la iglesia. Hay que citar, sin embargo, el protagonismo de las familias flamencas afincadas en la isla de La Palma y dedicadas a la producción y comercio de la caña de azúcar, las cuales hicieron importantes encargos de tallas y pinturas a los talleres flamencos. Hoy en día estas obras de importación se han integrado en el patrimonio cultural de las islas.
[1. Virgen del Rosario, Escultura de madera policromada, 74 cm., Flandes, 1.ª mitad del siglo XVI, Iglesia de Nuestra Señora del Rosario, Barlovento, La Palma.]
Canarias Prehispánicas, siglos XIII y XIV
Antes de la llegada de los conquistadores castellanos a las islas, otros europeos arribaron a sus costas: primero los genoveses, a fines del siglo XIII, y luego los catalanes y los mallorquines; estos últimos fundaron el obispado de Telde (1331-1391). Pero casi nada queda de estos primeros colonizadores del Archipiélago. Se cree que acaso sea mallorquina la imagen de San Nicolás de Tolentino que se conserva en la parroquia de la localidad del mismo nombre, en la isla de Gran Canaria. Lo mismo puede decirse de los conquistadores normandos que llegaron en el siglo XIV, de quienes sólo se conservan las ruinas góticas de San Marcial del Rubicón, en Lanzarote, y algunos elementos arquitectónicos de estilo gótico en Betancuria (Fuerteventura). La imagen de la Virgen de la Peña, patrona de esta isla, pudo haber sido traída por los normandos en el primer tercio del siglo XV. Es una hermosa escultura de alabastro, labrada en algún taller del norte de Francia.
Arte de los conquistadores (siglo XV)
Los conquistadores castellanos también portaban consigo imágenes sacras de campaña, como la Virgen de la Consolación, que acompañaba al Adelantado Alonso Fernández de Lugo, y que hoy se conserva en la iglesia de la Concepción de Santa Cruz de Tenerife. Se cree que la Virgen de las Nieves de La Palma, que es de procedencia sevillana, también pudo haber sido traída por dicho conquistador. Sevillana es también la Virgen del Pino, patrona de Gran Canaria, realizada en barro cocido por Jorge Fernández. La primera imagen de la Virgen arribó a la isla seguramente con las misiones franciscanas en la mitad del siglo XV; perdida en el aluvión de 1826, hoy sólo la conocemos a través de copias. La del Cristo de La Laguna llegó con el Adelantado Alonso Fernández de Lugo. Es una pieza de excepcional valor artístico, tallada en madera de roble de Flandes, de estilo gótico. Antes de que el Duque de Medina Sidonia se la obsequiara al adelantado era venerada en la ermita de la Vera Cruz en Sanlúcar de Barrameda. En 1520 el conquistador la donó a su vez al convento franciscano de San Miguel de las Victorias, en cuya iglesia aún se conserva.
En las columnas y bóvedas de la catedral de Las Palmas -el monumento más importante de la arquitectura canaria- nos encontramos con una manifestación grandiosa del estilo gótico-manuelino. El estilo gótico también está presente en muchas portadas de palacios del barrio histórico de Vegueta, barrio que se desarrolló en torno a la fábrica de la catedral de Las Palmas.
[2. Catedral de Las Palmas.]
En las portadas de las mansiones de Vegueta también se conservan del estilo renacentista algunos elementos arquitectónicos clasicistas. En cuanto a las artes plásticas de esta época, siglo XVI, cabe citar la importación de algunas tallas flamencas renacentistas, datadas en el primer tercio de esta centuria, como el tríptico de Taganana, atribuido a un pintor de la escuela de Brujas, o el de la ermita de Las Nieves, en Agaete, atribuido a Joos Van Cleve.
[3. Tríptico de Las Nieves, Agaete, las Palmas de Gran Canaria.]
En Canarias, la cultura artística del Barroco abarca desde mediados del siglo XVII hasta finales del siglo XVIII. Es el primer estilo que arraiga plenamente en las Islas. Ya no cabe hablar de una implantación relativa; se manifestó en todas las artes, contando con una aportación importante de los creadores canarios, pues fue entonces cuando se formaron en los núcleos urbanos de las islas los primeros talleres que abastecían de cuadros e imágenes a las iglesias, conventos y mansiones señoriales. Lo cual no quiere decir que se dejasen de importar obras de los talleres genoveses y sevillanos; aunque se interrumpiera la importación de tallas flamencas, ya que la presencia de éstas en las islas, especialmente en La Palma, tenía que ver con un fenómeno comercial, el de la caña de azúcar, y cuando dicho monocultivo fue reemplazado por el del vino, todo el tráfico comercial de las islas se desvió a Inglaterra.
La segunda mitad del siglo XVII en Canarias estuvo marcada por las secuelas de una gran crisis económica, de la que se hacía eco Viera y Clavijo, señalando el hecho de que todos los grandes conventos fuesen fundados antes de 1640. Sin embargo los talleres canarios desde entonces hasta finales del siglo XVIII no dejaron de producir piezas de arte sacro para los conventos, ermitas y parroquias de las islas.
Durante el siglo XVII se configura el modelo de la arquitectura tradicional canario, tanto en la tipología civil (la casa) como en la religiosa (la iglesia, la ermita y el convento). El uso de la madera en las ventanas exteriores, en las balaustradas de los patios interiores y en los artesonados de los salones y en los suelos infunde personalidad a estas creaciones anónimas de nuestra arquitectura. La tradición artesanal de la carpintería proclama su origen mudéjar, proveniente de la Baja Andalucía, en tanto que ciertas soluciones arquitectónicas apuntan a un origen portugués.
En la pintura surgen los primeros maestros canarios, como el orotavense Gaspar de Quevedo, nacido en 1616. Entre los siglos XVII y XVIII trabajaron Cristóbal Hernández de Quintana (1651-1725), en Tenerife, y Bernardo Manuel de Silva (1655-1721), en La Palma, quien también cultivó la imaginería religiosa. Y a finales de dicha centuria hay que destacar la labor del grancanario Juan de Miranda (1723-1805).
En el estilo barroco también se expresó el más grande escultor que ha dado Canarias durante el Antiguo Régimen, el imaginero José Luján Pérez (1756-1815), creador en sus imágenes marianas de un modelo de rotunda y deslumbrante belleza, véase la Dolorosa de la Catedral de Las Palmas, que la devoción popular asocia con la fisonomía de la mujer canaria. Las obras que proyectó como arquitecto evidencian su filiación a la estética neoclásica, por ejemplo, sus intervenciones en la catedral de Las Palmas.
[4. Cristo de Luján Pérez, Catedral de Las Palmas.]
Durante los siglos XVII y XVIII florecieron también las labores de orfebrería. La plata traída de América se repujaba en los talleres canarios, sobresaliendo la calidad de las piezas elaboradas por los orfebres laguneros. Asimismo floreció el arte del retablo: esas portentosas fábricas de madera dorada que decoran suntuosamente los interiores de los templos de las islas.
Los mejores frutos artísticos llegaron en la segunda mitad del siglo XVIII. El modelo de vivienda aristocrática alcanzó entonces su máximo esplendor (véase la denominada Casa de los Balcones, de la Orotava). Esta tipología se caracteriza por el brillante desarrollo de las fachadas -de tres plantas, con un balcón corrido en el granero-, y por la amplitud y nobleza de los patios interiores -con corredores sustentados por columnas, que podían ser de piedra o de madera, y balaustradas de madera talladas con maestría y primor- De uno de los costados del patio partía la escalera de madera que conducía al salón noble de la casa, cuyas ventanas, dotadas de asientos, daban a la fachada principal del edificio.
En las últimas décadas del siglo XVIII, la penetración de las ideas ilustradas procedentes de Europa supuso una modernización «externa» de la casa tradicional canaria, que perdió algo de su aire señorial y rústico para vestirse con la apariencia decorosa de la edificación urbana. Las referencias neoclásicas, que se manifiestan en la regularización de los vanos, en el uso discreto de frontones y, sobre todo, en la tendencia a tapar los aleros de los tejados, constituyen modificaciones estilísticas que no afectan a la estructura interna de la vivienda. Es tan sólo un cambio de piel.
El nuevo espíritu cívico, que la ilustración canaria promovió a finales del siglo XVIII, fue el desencadenamiento ideológico que hizo posible durante la centuria siguiente el desarrollo urbano de las dos capitales canarias, Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas de Gran Canaria, ciudades que crecerían impulsadas por la actividad comercial de sus respectivos puertos. La arquitectura y el urbanismo serán un reflejo de estas profundas transformaciones que se estaban operando en la sociedad canaria.
Los principales arquitectos ejercieron también de urbanistas: Manuel de Oraá (1822-1889), en Tenerife, que proyectó el Teatro Guimerá; y Manuel Ponce de León y Falcón (1812-1880), que también practicó la pintura, a quien se debe el diseño de la plaza del Espíritu Santo, en Las Palmas de Gran Canaria.
En el terreno de las artes figurativas esta nueva mentalidad determina el nacimiento del retrato burgués. Como las rentas de la iglesia disminuyeron sensiblemente y la religiosidad se fue enfriando, un nuevo tipo de mecenazgo acabaría por imponerse: el de la burguesía y el de las instituciones públicas (ayuntamientos, cabildos, etc.). Salvo excepciones, no hay pintura mitológica, ni pintura de ruinas, ni versiones morales de la historia romana.
Los artistas se convierten en profesionales burgueses: Luján Pérez fue consejero del Cabildo de Las Palmas, Fernando Estévez, concejal del Ayuntamiento de la Orotava, y Luis de la Cruz, alcalde del Puerto de la Cruz.
Los dos artistas neoclásicos más importantes que dio Canarias fueron el pintor Luis de la Cruz y Ríos (1776-1853) y el imaginero Fernando Estévez (1788-1854). El primero fue un magnífico retratista y miniaturista, para quien posó la aristocracia isleña, antes de que Fernando VII lo nombrara pintor de Corte, debiendo trasladarse a Madrid, donde siguió cultivando la miniatura y el retrato al óleo. De Fernando Estévez, cabe decir que fue discípulo de Luján Pérez. Su estilo es más sosegado y clásico que el de su maestro. La serenidad, como se sabe es un atributo estético del arte neoclásico. Plasmó en sus vírgenes un modelo de belleza femenina cuya expresión dulce y melancólica induce a pensar en la influencia que pudo haber recibido de la estatuaria genovesa de la época, cuyas piezas se siguieron importando en Canarias a lo largo de los siglos XVIII y XIX. Véase su Magdalena de la Catedral de La Laguna, o el Nazareno de la iglesia de Santo Domingo, en Santa Cruz de La Palma. En 1846, atraído por el auge comercial de su puerto, se instaló en Santa Cruz, donde abrió un taller, y fue nombrado profesor de dibujo y modelado en la recién creada Academia Provincial de Bellas Artes.
En el siglo XIX el pintor canario descubre la naturaleza. Al principio sus visiones eran idealizadas y románticas, por ejemplo, en los paisajes de Cirilo Truilhé (1813-1904); pero después, la visión naturalista es implantada por una generación de pintores canarios que estudiaron en Madrid con el maestro Carlos Haes entre los cuales el más dotado fue, sin lugar a dudas, Valentín Sanz y Carta (1849-1898). Nadie antes que él supo representar los paisajes de las cumbres de las islas, atravesados por profundos barrancos y cubiertos por la frondosa vegetación de la laurisilva y el pino canariensis. Gracias a la recomendación de su amigo el político grancanario Fernando de León y Castillo, que era un admirador de su pintura, se enroló como dibujante en una expedición científica que zarpaba rumbo a las Antillas. Al llegar al puerto de La Habana, nuestro pintor se quedó prendado de la ciudad, donde muy pronto se granjeó fama de hábil retratista y paisajista consumado. Sorprendido por el éxito alcanzado entre la sociedad criolla, decidió presentarse a una oposición para cubrir la cátedra de Paisaje en la Academia de Bellas Artes de San Alejandro, de La Habana. No tuvo dificultad en ganarla, y se quedó en dicha capital, donde pintó evocadoras imágenes del interior y de las costas. A los 49 años, hallándose en la plenitud de sus facultades creativas, falleció en La Habana, a causa de unas fiebres contraídas en una visita que realizó con su esposa a la región de los lagos (State Islands), en Estados Unidos.
Si Luis de la Cruz emigró a Madrid y Valentín Sanz a La Habana, el palmero Manuel González Méndez (1843-1909) lo hizo a París. Allí adquirió una sólida formación académica, estudiando con el afamado maestro Gérome. Despuntó, sobre todo, en el arte del retrato.
[5. Fragmento de la obra Molino de viento, Valentín Sanz Carta.]
En el umbral del siglo XX hay que citar la figura del pintor y decorador grancanario Néstor Martín Fernández de la Torre (1887-1938); quien nos ha dejado dos grandes series pictóricas que reflejan su adscripción a la estética del simbolismo modernista: el Poema del Mar y el Poema de la Tierra, quedando ésta última inconclusa. Estas series sólo son una parte del ambicioso Poema de los Elementos, que, como homenaje a la naturaleza canaria había proyectado realizar, y que su temprana muerte truncó. Antes de él ningún artista canario se había atrevido a realizar tan vastas decoraciones murales. Sirva de ejemplo las que ejecutó para el Teatro Pérez Galdós de Las Palmas o para el Casino de Santa Cruz de Tenerife. El muralismo fue también cultivado por José Aguiar (1895-1976), nacido en Cuba, aunque de origen gomero -sus padres eran de Agulo-. A comienzos de la década de los 30, mientras Néstor realizaba su decoración del Casino de Santa Cruz, Aguiar ejecutaba en el mismo edificio otro gran mural, el Friso Isleño. Se formó en Italia, en contacto con los artistas del grupo Novecento, próximos a la ideología del Fascio. A su vuelta, y una vez terminada la Guerra Civil, se propuso reflejar en imágenes la ideología de los vencedores. Con el paso del tiempo, su temperamento apasionado le llevó a practicar una pintura barroca y expresionista, de colores intensos y composiciones abigarradas, como se puede contemplar en los grandes murales que realizó para el Cabildo de Santa Cruz de Tenerife (1951-60) y para la Basílica de Candelaria, que hubo de concluir su hijo.
[6. Segunda Tapada. El Fandango de Candil. Acuarela. 29 x 23 cms. 1927, Museo de Néstor.]
En el primer tercio del siglo XX, hay que citar también la producción paisajística de dos pintores en cuyas obras se refleja la influencia de la escuela impresionista: el tinerfeño Botas Ghirlanda (1882-1917), que pasó una temporada en Nápoles, pintando su bahía, y el grancanario Nicolás Massieu y Matos (1874-1954), de quien cabe mencionar sus visiones de las cumbres de Gran Canaria. Dentro del impresionismo se encuadra la producción de los acuarelistas canarios, cuya estética deriva de las acuarelas que realizaron los viajeros ingleses que visitaron las islas en el siglo XIX, como Alfred Diston. El más dotado de todos los acuarelistas canarios fue Francisco Bonnín (1874-1963). Sus visiones tópicas y amables del campo de las islas responden a los planteamientos estéticos e ideológicos del regionalismo, que contó con otros cultivadores representativos, como José Aguiar, al que ya nos hemos referido, y el costumbrista Pedro de Guezala (1896-1960), que se especializó en la fijación de una iconografía tópica del campesinado canario, haciéndose populares sus cuadros de magos y magas.
[7. Óleo de Botas Ghirlanda.]
En cuanto a la arquitectura, hay que decir que, desde mediados del siglo XIX hasta principios del siglo XX, predominan los neoestilos y el eclecticismo. Luego, a principios del siglo XX, se impone el estilo decorativo del modernismo, que se expande en amplias zonas de la calle Triana, en Las Palmas, así como en el Barrio de los Hoteles, en Santa Cruz de Tenerife. Los principales arquitectos modernistas canarios fueron Estanga, Pintor, Pisaca, etc.
Como reacción al decorativismo modernista surge el racionalismo arquitectónico, defendido por la revista de vanguardia Gaceta de Arte, cuyo director Eduardo Westerdahl fue un encendido defensor de la nueva arquitectura funcional. Los principales arquitectos que proyectaron en este estilo fueron en Gran Canaria, Miguel Martín Fernández de la Torre, hermano del pintor Néstor, y en Tenerife, Marrero Regalado. Ambos se pasaron a una estética regionalista, llamada neocanario, que se desarrolló en los años cuarenta y cincuenta.
En las artes plásticas, los años treinta vieron el auge del arte de vanguardia: por una parte, el surrealismo de Óscar Domínguez y Juan Ismael, por otra parte, el indigenismo, que fue promovido por la Escuela Luján Pérez en Las Palmas. Pintores como Felo Monzón y Jorge Oramas o escultores como Plácido Fleitas y Eduardo Gregorio, se propusieron reflejar en imágenes los rasgos de identidad del paisaje y del hombre de las islas. Mientras que en París, el tinerfeño Óscar Domínguez, el más internacional de los artistas que han dado las islas, pintaba evocaciones oníricas del paisaje insular.
[8. Autorretrato, lápiz rojo sobre papel, 24 x 18 cms., José Jorge Oramas.]
La Guerra Civil cercenó este renacimiento cultural. Hubo que empezar de nuevo. En los años cincuenta se formó en la ciudad de Las Palmas, el grupo «LADAC», en el que inició su andadura artística Manolo Millares, quien luego jugaría un papel trascendental en el desarrollo del arte abstracto español, como fundador del grupo «El Paso», (1967), del que también formó parte el escultor grancanario Martín Chirino. El arte dramático de Millares se valió de la ruda y raída arpillera para dar cuenta de la situación de angustia que se vivía en España en los años de la dictadura franquista; pero también este humilde material expresaba simbólicamente el amor que este artista sentía por la cultura aborigen canaria: sus homúnculos evocan los cueros retorcidos y acartonados que amortajaban las momias guanches conservadas tras las vitrinas del Museo Canario de Las Palmas. La obra escultórica de Chirino está exenta de connotaciones dramáticas. El planteamiento formal de sus piezas se sustenta en el efecto de expansión/concentración potenciado por el desarrollo de líneas de fuerza estructurales. Sus esculturas, realizadas en hierro, bronce y acero cortén, son representaciones simbólicas de la vida originaria, como lo proclama la perfección orgánica y eurrítmica de sus espirales. La alusión a los petroglifos de la cultura aborigen les confiere a estas espirales el valor de emblemas de la entidad canaria.
Mientras Millares y Chirino participaban en Madrid en la aventura de «El Paso», otro artista canario, César Manrique (1920-1992), establecido como aquéllos en la capital de España realizaba una pintura abstracta cuya textura matérica constituía una alusión simbólica, metonímica, al territorio volcánico de su isla natal, Lanzarote. Tras unos años de fructífera estancia en Nueva York (1964-68), tomó la decisión de volver a Canarias, cumpliendo en la isla de Lanzarote su vocación de artista total: pintor, escultor (véanse sus imaginativos móviles), arquitecto paisajista, diseñador, etc.
Desde la Conquista ¾ cuando todas las piezas artísticas eran importadas¾ hasta hoy, el hombre canario ha ido proponiendo distintos modelos de interpretación del mundo y ha encontrado en el arte una forma de afirmación de su identidad.
[9. El viento, escultura de Martín Chirino.]