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lunes, 8 de febrero de 2010

Una Torre de Babel en Tanzania

En el noreste de Tanzania, en la región de las Montañas Pare, vivió Kiumbi, el creador de todas las cosas, mezclado entre los hombres. Lastimosamente, estos se comieron unos huevos que les estaban vedados y, viendo que la desobediencia humana no tiene remedio, Kiumbi decidió habitar los cielos.
Los hombres debían de tener ganas de seguir molestando a la deidad, por lo que resolvieron construir una alta torre para alcanzar el cielo. En lugar de confundir las lenguas y hacer brotar discordia entre los hombres, Kiumbi, más tranquilo o poderoso, se limitaba a alejar la bóveda celeste, haciéndola más alta a medida que la construcción iba ganando metros; pero como insistían en tocarle las narices y a fin de cuentas, la paciencia de los dioses siempre es finita, hartaron hasta al bueno de Kiumbi: les envió una hambruna tremenda, de la que solo sobrevivió un hombre muy joven y su compañera. Naturalmente, son los antepasados de los pare.
El motivo del paraíso inicial, la ingestión de la comida prohibida, la separación entre dioses y hombres, y el vano intento de éstos por alcanzarlos fue muy celebrado por los misioneros cristianos del siglo XIX, que creyeron ver en todo esto un protocristianismo latente. Intentaron persuadirles de que no eran tales huevos, sino manzanas, y que ese Diluvio negativo eran sólo lluvias atronadoras. No sé hasta qué punto fueron exitosos sus esfuerzos por llevar la verdad a la antigua Tanganika: el mapa religioso (en el interior) es disputado por el cristianismo, islamismo, y las religiones tradicionales prácticamente por igual.
Hoy por hoy, comprendemos que los mitos de separación entre hombres y dioses son frecuentes en África, y que tales relaciones no se deben solo a emanaciones radiales desde el epicentro de Israel, como creía el Padre Schmidt. Para nuestros desconcierto, el origen es multifocal.
Los pare reconocen que ahora la comunicación con Kiumbi es más dificultosa que en tiempos pretéritos; hay interferencias, chasquidos y ruidos: Hoy por hoy, hombres y dioses no nos entendemos demasiado bien.

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