En la comunicación por teléfono, precisamos que, cada cierto tiempo, el interlocutor haga señas de que sigue al otro lado y atento a la conversación. Cada diez o quince segundos, necesitamos este refuerzo: así, alternativamente, ambos lados de la línea se pueblan de «entiendo», «sí», «claro», «ajá»; palabras en las que, por encima de su sema, prevalece su función, que es la de corroborar la presencia. No vemos. No sabemos si la línea se ha cortado, si aburrimos al otro, si no fue a la cocina a prepararse un café o si se ha muerto. Un silencio prolongado denota que la comunicación no funciona. Surgen las preguntas: «¿Estás ahí», «¿Hola?», y similares, que tratan de establecer de nuevo contacto. En el caso de que el interlocutor persevere en el silencio, al igual que ocurre en la conversación cara a cara, detectamos que la comunicación no se produce. Que estamos hablando a la pared, o que fastidiamos, o que aburrimos. Solemos saldarlo bien con el cambio de tema, bien con la despedida. Invariablemente, tal situación produce incomodez.
Estos modos son extensivos a todo campo de las relaciones humanas. Necesitamos que nuestras acciones produzcan sus efectos en nuestros otros, y no que pasen desapercibidas como si ni las hubiésemos hecho. Se ha escrito largo acerca de la suprema angustia de la incomunicación del (o de la ) amante ignorado. Amar sin correspondencia parece no ser un buen modo de evitar la frustración y el sufrimiento. Calisto padecía en su alcoba, Safó se tornaba amarilla y a un paso de la muerte, un pensativo Lanzarote se sumergió mientras estaba ensimismado en la corriente de un río, incapaz de pensar siquiera que se estaba ahogando, Fausto demanda desolado la magia oscura de Mefistófeles para que Gretchen le responda; todos son presos en la cárcel del no poder decir. Como se ve, acciones extremas todas que rondan la neurosis. En tiempos actuales, donde las fórmulas del sentir son más leves (nos apagamos cada vez más: ni prorrumpimos en un júbilo desaforado, ni nos morimos literalmente de tristeza y consunción. El autodominio nos preserva la vida… pero ¿qué vida?), los desdenes, las incomunicaciones, la incapacidad de trascender nos procuran nuestras frustraciones, con las que convivimos mal que bien, pero convivimos. Hemos oído, sabemos, o hemos padecido los famosos apartamientos en el trabajo, el coro sectario de espaldas cerradas que impide a un trabajador en concreto integrarse en el grupo. Lo que curiosamente podría ser tomado como unas vacaciones o una exención de la labor (con frecuencia, a estos trabajadores no se les permite hacer nada), termina provocando la depresión y la renuncia del puesto. No hay nada más infamante que el hacer acciones desprovistas de significado. Era sumamente cruel —y hablo sin derecho en pasado— el hacer trabajar a los penados en un pedregal para convertirlo, a golpe de pico, en un arenero.
No todo es tremendo o supone una injuria escandalosa. Esto constituye el lado oscuro de las relaciones sentimentales, su vertiente más prosaica o su cara más desmitificadora. Poco a poco, se presta menos atención al otro, se le somete a pequeñas desatenciones, se adopta un aire ausente o se pretextan minucias para eludir el trato comunicativo. Cuando la propia pareja mira al techo mientras hablamos, es el momento de cerrar las persianas del kiosko y poner en el camino el carromato de titiritero. La función ha dejado de interesar. Bien se conoce el argumento, que no depara sorpresas ni intriga a nadie, bien se han desvelado —o se han creído desentrañar— los secretos estructurales que animan toda representación. No valen aquí de nada las apelaciones al interés del público: la obra no convence y se ha desinflado su encanto. Lo que ayer fue novedad y fuente de regocijo, ahora se transforma en la canción cotidiana. Cansa, por su misma cotidianeidad. Lastra. Se antoja insufrible pensar en una existencia ligada, una y otra vez, a esas notas inmisericordes. En realidad, es parte de la naturaleza del amor, ese sentimiento transitorio y tornadizo. Sobre este aspecto, no hay nada nuevo bajo el sol.
Brasil festeja los 30 Años del Plano Real: Estabilidad y Progreso
-
El 1 de julio de 1994 marcó un hito en la historia económica de *Brasil *con
el lanzamiento del *Plano Real*, diseñado para combatir la hiperinflación y
es...
Hace 2 semanas
No hay comentarios:
Publicar un comentario