Situación actual en

lunes, 8 de febrero de 2010

Lucha de contrarios

Durante algunos días, los muchachos de Blogsome, anfitriones de este cuaderno de bitácora perdido de la mano de Dios, han decidido mejorar la hospedería de la manera habitual: haciendo que todo intercambio entre ella y su autor sea imposible. La cosa no es, ni mucho menos, rara. Vivimos un mundo amigo de esas contradicciones, a las que todo ciudadano está acostumbrado. De un día para otro, le tuercen y enmarañan las carreteras, clausuran las líneas de Metro, cortan la línea de teléfono o le abren bajo su casa la Fragua de Hefesto. En pro de una mejora siempre-futura, el habitante del mundo civilizado (es decir, el mundo lleno de cacharros hasta los topes) regresa a una edad de piedra tecnológica: no puede emplear el teléfono, ha de caminar en sus desplazamientos largos o, inquieto en grado sumo, no pega ojo por el rugido de la maquinaria. La mejora, la siempre ideal imagen, se instala con la misma fuerza en el futuro que las incomodidades en el presente.
Parece que, mal que bien, el urbanita ha terminado aceptando que es parte del tributo de sufrimiento que tiene que pagar a esta mil veces maldita sociedad contemporánea. Los hay, sin embargo, que la aceptan con inaudita felicidad. Conduciendo por entre los escombros en los que se ha transformado la carretera, he escuchado exclamar con alborozo que «ya era hora que la arreglasen» ¿Arreglar? Calificar como arreglo la inmediata destrucción del firme por enormes perforadoras quizás precisa un esfuerzo de imaginación del que carezco. Lo más terrible de todo es que no hay solución que valga en este mundo comunal que no nos pertenece. En regiones apartadas, cada uno cuida de lo suyo, con o sin ayuda de los vecinos. Aquí no hay manera de librarse de esta destrucción cotidiana. ¿Acaso podría alguien construirse un camino privado para sus desplazamientos?
En lo relativo a la informática: por falta de posibles, no alquilo una VPN. Pero ya por tacañería, no contrato un hosting en Arsys, cuyas mejoras no suelen afectar al usuario en forma de desgobierno —por la cuenta que les tiene. Reservo los neuros que escapan de las facturas para comprar libros o para el dentista, y no para pagar hospedajes de cinco estrellas. Tengo que conformarme con las pensiones de mala muerte: con las goteras, los escándalos de los huéspedes, la falta de calefacción, los ácaros. Las ratas. Paciencia.

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