Situación actual en

viernes, 25 de diciembre de 2009

Søren Kierkegaard

«En esta última acepción, pues, es la desesperación la enfermedad mortal. Ese tormento contradictorio, esa enfermedad del yo, que consiste en estar muriendo eternamente, muriendo y no muriendo, muriendo la muerte. Pues morir significa que todo ha terminado, pero morir la muerte significa que se muere el propio morir; basta que se viva la muerte un solo momento para que la viva eternamente. Para que el hombre muriera de desesperación, como muere de otra enfermedad cualquiera, sería necesario que lo eterno en él —el yo— pudiese morir en el mismo sentido que el cuerpo muere a causa de la enfermedad. Pero esto es imposible. El morir de la desesperación se transmuta constantemente en una vida. El desesperado no puede morir. «Así como el puñal no puede matar el pensamiento», así tampoco la desesperación, gusano inmortal y fuego inextinguible, puede devorar lo eterno —el yo— que es el fundamento en la que aquélla radica. No obstante, la desesperación es precisamente una autodestrucción, pero impotente, incapaz de conseguir lo que ella quiere. Porque esta consunción lo que quiere es devorarse a sí misma, pero no lo consigue, y esta impotencia es una nueva forma de íntima consunción, en la cual, sin embargo, la deseperación vuelve otra vez a sentirse incapaz de conseguir lo que busca: su propia extinción. Se trata de una especial potenciación, o de la ley de la potenciación correspondiente. Tal es la fogosidad propia de la desesperación, o su incendio frío; como una carcoma característica, seimpre en movimiento hacia adentro, hundiéndose más y más en la íntima consunción desapoderada e impotente. Y no es ningún consuelo para el desesperado, ni mucho menos, que la desesperación no lo devore por completo; este consuelo es cabalmente su suplicio, y lo que mantiene la carcoma en vida y a la vida en la carcoma. Porque aunque no desesperado precisamente en este aspecto, desespera con todo de que no pueda devorarse a sí mismo, de que no pueda deshacerse de sí mismo y quedar reducido a la nada. Ésta es la fórmula de la especial potenciación de la desesperación, la continua subida de la fiebre en esta enfermedad del yo.»

No hay comentarios:

Publicar un comentario